18.5.06

Postales desde el filo





















Como cantaba Christina Rosenvinge, "hace tiempo tuve una amiga a la que quería de verdad", sólo que esta vez hay que cambiar el género. Mi amigo O, de Barcelona, uno de mis más íntimos a pesar de la distancia. Incontables veces ha estado en mi casa. Incontables veces he estado en la suya. Y qué mal lo pasábamos cuando había que despedirse, Dios mío...

Cuando la gente a la que quieres no está a tu lado se buscan maneras de hacer la historia más llevadera. En este caso O y yo nos valíamos, en primer lugar, de la correspondencia postal y el teléfono. Ayer, casualmente, Fanmakimaki dedicó un post a esto mismo que estoy diciendo y que llevaba preparando desde hace unos días. La imagen que ilustra este post, por cierto, es un diseño mío.

Lo que nos mandábamos O y yo no eran cartas precisamente. Eran minilibros a los que bautizamos como extensiones debido a su contenido. Los míos, como podéis figurar, contenían portadas hechas a mano por mí mismo con dibujos que no tenían desperdicio (desde flores hasta starlettes, pasando por dibujos de medicina o logotipos reversionados). Las extensiones siempre tenían un título, porque cuando digo que eran minilibros lo digo en serio, y al final incluíamos un apartado de agradecimiento especial (a modo de coña, por supuesto) en el que poníamos a los artistas que nos habían inspirado en ese envío postal.

Con el tiempo las extensiones llegaban en paquetes en lugar de hacerlo en sobres. Paquetes de tamaño variado: unas veces eran cajas de bombones, otras de zapatos, otras más a lo bestia... Aparte de nuestros libritos, nos mandábamos cualquier cosa que despertara la risa del otro: desde una Barbie de mercadillo hasta un ejemplar del Hola! con anotaciones en cada página criticando a quien apareciera en ella, cd's que habíamos pillado en una súper oferta y sabíamos que el otro lo iba buscando, películas en vhs que nos prestábamos durante un tiempo (pelis normales, no hablo de porno ahora mismo), flyers ultra modernos, revistas de difusión gratuita tipo Shangay Express, chicles o chucherías sueltas desparramadas por toda la caja a modo de adorno, etc... Recibir uno de esos paquetes era poner una sonrisa antes incluso de abrirlos, porque sabías que dentro podías encontrar cualquier cosa, y siempre súper interesante. La gracia residía en que ya no esperábamos a que el otro contestara, sino que nos enviábamos cosas a medida que nos apetecía. En una semana llegué a recibir 3 paquetes de mi amigo O.

Hoy, 11 años más tarde, las cosas han cambiado. Vivimos acelerados y no me molestaría ni siquiera en pegar un sello, si bien es cierto que a mí escribir me encanta, y además disfruto viendo mi letra. Me gusta cuando el bolígrafo se desliza sobre el folio en blanco, y sigo haciéndolo, pero quizás no tanto como antes, porque me resulta mucho más cómodo y menos perezoso hacerlo en el pc, donde si te equivocas sólo tienes que darle a una tecla. Ahora mismo me vería incapaz de hacer una de aquellas "extensiones" nuestras. Voy más a lo práctico. Y si ya me cuesta tener que contestar un email......

La ciencia avanza y yo también.