Hace unas semanas me contaron una historia que me dejó petrificado.
Una señora tenía como mascota una pitón monísima que corría libremente como Pedro por su casa. La dama la lucía a modo de bufanda, gargantilla, cinturón, estola e incluso turbante (vamos, igual que haría yo, está claro), y la serpiente, que menuda es ella, se dejaba hacer porque la encantaba ser utilizada como semejante objeto estilístico y estiloso. Pero hete aquí que un día, la señora, cada vez que se acostaba a dormir, notaba a la serpiente reptando hasta ponerse a su lado, para quedarse estirada y tiesa como la mojama instantes después, ante lo cual se preguntaba qué estaría haciendo el animal. De más está decir que al contarme la historia se me ocurrieron cantidad de juegos obscenos que la señora dueña estaría llevando a cabo con esa erección de la bicha (con B...).
Preocupada ya con tal comportamiento, repetido día tras día, fue a consultarle al veterinario, el cual, tras escuchar la historia, le aconsejó fervorosamente que se librara de la serpiente ipso facto ya que lo que estaba haciendo era medirse con la señora para ver cuándo podría comérsela...
Dedico esta mini historia reptilesca a mi amiguita Miss Ketchup, que tanto la gustan los animalejos.
Ayer, tras la necesaria siesta, mis padres decidieron hacer un viaje a nuestra casa de campo para pasar la tarde con mi hermana, cuñado, sobrinos y novio de mi sobrina, que están allí pasando unos días. Por supuesto cancelé mis planes previstos y me fui con ellos. Un cambio de aires siempre sienta genial, y me olvidé de mi estado sensiblón de la mañana, máxime cuando ayer también fue un día en el que conseguí que una empresaria a la que le venía haciendo diseños para su negocio me ingresara de una maldita vez la pasta que me debía desde noviembre del año pasado. Habiendo agotado todas las formas habidas y por haber a la hora de pedirle que me pagara (lo último fue la propuesta por parte de Meg de enviarle un burofax), al fin ayer se obró el milagro. De modo que se acabó comerse la cabeza y despertarse en mitad de la noche pensando en el impago y en la posibilidad de perderlo todo. Asimismo, se acabó lo de diseñar como freelance. No compensa tener estos quebraderos de cabeza por mucho y buen dinero extra que ganes...
Dedico esta mini confesión económica a mi amiga Caipirinha, que estaba más hasta los mondongos que yo con el asunto, que ya es decir.
Y mientras tanto, preparo sorpresas y cositas para dentro de 2 días...
Una señora tenía como mascota una pitón monísima que corría libremente como Pedro por su casa. La dama la lucía a modo de bufanda, gargantilla, cinturón, estola e incluso turbante (vamos, igual que haría yo, está claro), y la serpiente, que menuda es ella, se dejaba hacer porque la encantaba ser utilizada como semejante objeto estilístico y estiloso. Pero hete aquí que un día, la señora, cada vez que se acostaba a dormir, notaba a la serpiente reptando hasta ponerse a su lado, para quedarse estirada y tiesa como la mojama instantes después, ante lo cual se preguntaba qué estaría haciendo el animal. De más está decir que al contarme la historia se me ocurrieron cantidad de juegos obscenos que la señora dueña estaría llevando a cabo con esa erección de la bicha (con B...).
Preocupada ya con tal comportamiento, repetido día tras día, fue a consultarle al veterinario, el cual, tras escuchar la historia, le aconsejó fervorosamente que se librara de la serpiente ipso facto ya que lo que estaba haciendo era medirse con la señora para ver cuándo podría comérsela...
Dedico esta mini historia reptilesca a mi amiguita Miss Ketchup, que tanto la gustan los animalejos.
Ayer, tras la necesaria siesta, mis padres decidieron hacer un viaje a nuestra casa de campo para pasar la tarde con mi hermana, cuñado, sobrinos y novio de mi sobrina, que están allí pasando unos días. Por supuesto cancelé mis planes previstos y me fui con ellos. Un cambio de aires siempre sienta genial, y me olvidé de mi estado sensiblón de la mañana, máxime cuando ayer también fue un día en el que conseguí que una empresaria a la que le venía haciendo diseños para su negocio me ingresara de una maldita vez la pasta que me debía desde noviembre del año pasado. Habiendo agotado todas las formas habidas y por haber a la hora de pedirle que me pagara (lo último fue la propuesta por parte de Meg de enviarle un burofax), al fin ayer se obró el milagro. De modo que se acabó comerse la cabeza y despertarse en mitad de la noche pensando en el impago y en la posibilidad de perderlo todo. Asimismo, se acabó lo de diseñar como freelance. No compensa tener estos quebraderos de cabeza por mucho y buen dinero extra que ganes...
Dedico esta mini confesión económica a mi amiga Caipirinha, que estaba más hasta los mondongos que yo con el asunto, que ya es decir.
Y mientras tanto, preparo sorpresas y cositas para dentro de 2 días...