17.7.08

Intermedio



















Estoy todo lo triste que la muerte de un familiar puede hacer que te sientas. Tema bastante recurrente en mi bitácora, y tema también con el que estoy bastante obsesionado, razón por la que siempre encuentro el momento (no por satisfacción precisamente) para dedicarle unas líneas. Hace poco me decía una amiga que había que ver la cantidad de gente que se moría a mi alrededor, como queriendo decir, tal vez, que siempre estaba escribiendo posts sobre el mismo tema. Supongo también que esa no sería su intención, pero es cierto que vivir en un pueblo hace que conozcas a más gente y que te relaciones más con tus vecinos, justo lo contrario de lo que ocurre en la ciudad, que el anonimato está a la orden del día. Por este motivo, por el hecho de vivir en un sitio pequeño, le coges más cariño a la gente ya que la has estado viendo toda tu vida. Es perfectamente normal que el día que fallecen te pongas así. Pero esta vez no ha sido una vecina, ha sido una tía mía, hermana de mi padre.

Nadie se lo esperaba, fue literalmente de la noche a la mañana, sin comerlo ni beberlo, y además sola. Decía Paulo Coelho que venimos al mundo solos; me estoy dando cuenta de que también nos vamos solos, y creo que no debe haber cosa más triste que morir en soledad. Mi tía no es que estuviera sola sola sola, que tiene tres hijos y sus respectivos nietos y yernos/nueras, amén de una chica sudamericana que la cuidaba día y noche, pero hay que ver las casualidades de la vida que vino a quedarse sola un momento y ¡zas!. Qué triste, sí. Se dejó preparada la maleta para irse a la playa con sus hijos al día siguiente. ¡Qué descorazonador! Para más INRI, mis padres llevaban mucho tiempo diciendo que tenían que ir a visitarla, y por una u otra razón lo iban dejando para otro día, y otro, y otro... no os podéis imaginar con qué pena tan grande se han quedado al ver que no han llegado a tiempo por culpa de posponerlo. Tienen que pasar estas cosas para que uno reaccione, como ayer decía el sacerdote que ofició la misa de duelo, por eso nunca hay que quejarse de que alguien te llame por teléfono y se enrolle a hablar, o dejar pasar el tiempo sin llamar o visitar a alguien, porque por mucho que esta declaración de intenciones parezca sacada de uno de esos emails en cadena tan cursis, es tan real como la vida misma, y es posible que dejes cosas para otro día, y que ese día no llegue. Hace ya muchísimo tiempo que yo decidí que no me iba a quedar nunca con las ganas de nada.

Yo, por mi parte, dedico esta entrada a la memoria de mi tía, que era muy buena persona. Solía llamarnos bastante a menudo y, por alguna razón, había elegido siempre a mi madre como confidente para contarle todo. Y para mí siempre tenía palabras cariñosas, y se interesaba por mi vida profesional, y que si estaba bien, y esto, y aquello... Pues ya no va a llamar más. Nunca más. Se acabó.

La vida no es ninguna fiesta, como suelen decir por ahí. Aparte, mi tía llevaba muchísimos años viuda, pero muchísimos, y vivir tantos años sin la persona a la quieres y con la que quieres estar debe ser desesperante y terrible, por mucho que luego te acostumbres. Yo jamás me voy a acostumbrar a todo esto, y nunca voy a entender y aceptar la muerte. Jamás.

Actualización 12:48 h.: Muchas gracias por los mensajes de pésame que habéis enviado algunos a mi correo.