... el que empezó hace justo 7 días.
Gunillo y yo estuvimos en mi casa de campo de Alicante disfrutando de unas mini-vacaciones románticas ya que, por segunda vez consecutiva, se nos volvió a estropear un intento de viaje, en esta ocasión a la ciudad de la Torre Eiffel. Y como nuestro primer aniversario está cerca...
Nos homenajeamos con una copiosa cena del viernes en el Indiana Cuisine del Pilar de la Horadada, población alicantina en la que apenas ves a un español. Marroquíes, negros, peruanos, rumanos, ingleses, alemanes... la multiculturalidad que tantísimo gusta a todos esos que, por cierto, tienen el factor ofensa altamente desarrollado. Ya sabéis. Una apreciación: nos decantamos por este restaurante porque era el único hindú cuya carta aparecía en castellano. Sin ánimo de parecer absurdos nacionalistas a los que algunas cosas les resultan indisolubles, nos negamos rotundamente a comer en restaurantes de nuestro país en los que prefieren poner las cartas en otros idiomas.
Una cosa de cada por cabeza, y encima faltó por fotografiar otro plato. No es de extrañar que esa noche, con tanta mezcla de especias, carnes y picantes, soñáramos con vampiros, ratas, monos y otra fauna inquietante, amén de un mar de olas asesinas y precipicios abismales. La comida, eso sí, tremendamente riquísima. ¡Ñam!
¡Tuvimos también picnic en la playa! En una playa a la que aún no ha llegado la civilización urbanística y que presentaba este aspecto, con acrobacias aéreas incluidas.
Mucho sol, mucho cielo azul, mucho calor y mucha esterilla, pero del viento que se levantó no nos libró nadie. Tanto es así, que nos tuvimos que refugiar bajo las toallas por temor a ser engullidos por las dunas de arena que avanzaban inexorablemente cual bla bla bla...
De regreso paseamos en coche por los espectaculares paisajes que se escondían unos metros más atrás de mi casa. Es sorprendente descubrir zonas bonitas donde tú creías que lo habías visto ya todo.
Realmente con las fotos siempre pasa lo mismo: desmerecen la realidad. Aquello parecía la Toscana, o los viñedos de Falcon Crest, lo que prefiráis vosotros. Se olía a azahar por todas partes y Gunillo se entusiasmó mucho al ver campos de alcachofas, ya que con eso de vivir en la capital del Reino nunca los había visto in person. Del resto del panorama, desafortunadamente, no existen fotos. Una auténtica pena, porque os hubiera encantado.
La noche del sábado cambiamos de residencia marital: de mi casa a un hotel de la costa murciana. Y todo para poder salir y que yo pudiera beber sin tener que coger el coche. ¡Y en qué momento!
Nuestro desconocimiento de la zona nocturna del lugar nos llevó, acertadamente y por algún motivo, al que sin duda se ha convertido en el bar más divertido que he pisado tras el estrambótico Satanassa barcelonés: 80's Fever, de horrible nombre, sí sí sí... pero en su interior (una especie de casa-cabaña de techos altísimos y balcón que daba a la pista de baile) se hallaba el local que mi amigo Double J y yo siempre hemos deseado montar: uno en el que única y exclusivamente se pinchen grandes éxitos (extranjeros) de los años 80/90. Bananarama, Modern Talking, C.C. Catch, MC Hammer... ¡Una gozada! Mirad, mirad la carta de porrones...
De los dos porrones que pedimos salían más de 12 chupitos para cada uno, muchísimos más, de modo que no es de extrañar que al día siguiente yo echara hasta la primera papilla... Vamos, que me tomé hasta el pulso.
Una televisión de plasma emitía películas ochenteras. En el tiempo que estuvimos allí pusieron "El chip prodigioso" y "Flashdance". Las paredes del pub estaban repletas de carteles de películas de aquella época y, para más INRI, todas me encantaban: "Mujeres al borde de un ataque de nervios", "Dentro del laberinto", "La historia interminable", "Los Goonies", y así un largo etcétera. En los aseos, a modo de identificación de género, estaban Olivia y John, sacados directamente de la maravillosa "Grease".
Y en mitad de todo aquello dos chicas de largas melenas y blusas de raso que parecían llevar a cabo una especie de cortejo. La versión de Gunillo: "Se están riendo de nosotros". Mi versión: "Estas están muy equivocadas si piensan que van a ligar con nosotros". ¿La auténtica historia? Las pobres chicas, lesbianas y pareja sentimental, habían percibido nuestro grado de mariconismo y sólo querían entablar conversación con nosotros para sentirse menos cohibidas en el local. Pero esto y lo que ocurrió en los dos días siguientes ya es otra historia y yo creo que para una broma ya ha estado bien tanta crónica.
¡Hala bonitos, buen fin de semana!
Gunillo y yo estuvimos en mi casa de campo de Alicante disfrutando de unas mini-vacaciones románticas ya que, por segunda vez consecutiva, se nos volvió a estropear un intento de viaje, en esta ocasión a la ciudad de la Torre Eiffel. Y como nuestro primer aniversario está cerca...
Nos homenajeamos con una copiosa cena del viernes en el Indiana Cuisine del Pilar de la Horadada, población alicantina en la que apenas ves a un español. Marroquíes, negros, peruanos, rumanos, ingleses, alemanes... la multiculturalidad que tantísimo gusta a todos esos que, por cierto, tienen el factor ofensa altamente desarrollado. Ya sabéis. Una apreciación: nos decantamos por este restaurante porque era el único hindú cuya carta aparecía en castellano. Sin ánimo de parecer absurdos nacionalistas a los que algunas cosas les resultan indisolubles, nos negamos rotundamente a comer en restaurantes de nuestro país en los que prefieren poner las cartas en otros idiomas.
Una cosa de cada por cabeza, y encima faltó por fotografiar otro plato. No es de extrañar que esa noche, con tanta mezcla de especias, carnes y picantes, soñáramos con vampiros, ratas, monos y otra fauna inquietante, amén de un mar de olas asesinas y precipicios abismales. La comida, eso sí, tremendamente riquísima. ¡Ñam!
¡Tuvimos también picnic en la playa! En una playa a la que aún no ha llegado la civilización urbanística y que presentaba este aspecto, con acrobacias aéreas incluidas.
Mucho sol, mucho cielo azul, mucho calor y mucha esterilla, pero del viento que se levantó no nos libró nadie. Tanto es así, que nos tuvimos que refugiar bajo las toallas por temor a ser engullidos por las dunas de arena que avanzaban inexorablemente cual bla bla bla...
De regreso paseamos en coche por los espectaculares paisajes que se escondían unos metros más atrás de mi casa. Es sorprendente descubrir zonas bonitas donde tú creías que lo habías visto ya todo.
Realmente con las fotos siempre pasa lo mismo: desmerecen la realidad. Aquello parecía la Toscana, o los viñedos de Falcon Crest, lo que prefiráis vosotros. Se olía a azahar por todas partes y Gunillo se entusiasmó mucho al ver campos de alcachofas, ya que con eso de vivir en la capital del Reino nunca los había visto in person. Del resto del panorama, desafortunadamente, no existen fotos. Una auténtica pena, porque os hubiera encantado.
La noche del sábado cambiamos de residencia marital: de mi casa a un hotel de la costa murciana. Y todo para poder salir y que yo pudiera beber sin tener que coger el coche. ¡Y en qué momento!
Nuestro desconocimiento de la zona nocturna del lugar nos llevó, acertadamente y por algún motivo, al que sin duda se ha convertido en el bar más divertido que he pisado tras el estrambótico Satanassa barcelonés: 80's Fever, de horrible nombre, sí sí sí... pero en su interior (una especie de casa-cabaña de techos altísimos y balcón que daba a la pista de baile) se hallaba el local que mi amigo Double J y yo siempre hemos deseado montar: uno en el que única y exclusivamente se pinchen grandes éxitos (extranjeros) de los años 80/90. Bananarama, Modern Talking, C.C. Catch, MC Hammer... ¡Una gozada! Mirad, mirad la carta de porrones...
De los dos porrones que pedimos salían más de 12 chupitos para cada uno, muchísimos más, de modo que no es de extrañar que al día siguiente yo echara hasta la primera papilla... Vamos, que me tomé hasta el pulso.
Una televisión de plasma emitía películas ochenteras. En el tiempo que estuvimos allí pusieron "El chip prodigioso" y "Flashdance". Las paredes del pub estaban repletas de carteles de películas de aquella época y, para más INRI, todas me encantaban: "Mujeres al borde de un ataque de nervios", "Dentro del laberinto", "La historia interminable", "Los Goonies", y así un largo etcétera. En los aseos, a modo de identificación de género, estaban Olivia y John, sacados directamente de la maravillosa "Grease".
Y en mitad de todo aquello dos chicas de largas melenas y blusas de raso que parecían llevar a cabo una especie de cortejo. La versión de Gunillo: "Se están riendo de nosotros". Mi versión: "Estas están muy equivocadas si piensan que van a ligar con nosotros". ¿La auténtica historia? Las pobres chicas, lesbianas y pareja sentimental, habían percibido nuestro grado de mariconismo y sólo querían entablar conversación con nosotros para sentirse menos cohibidas en el local. Pero esto y lo que ocurrió en los dos días siguientes ya es otra historia y yo creo que para una broma ya ha estado bien tanta crónica.
¡Hala bonitos, buen fin de semana!