Este es un post triste, muy triste y angustioso. Y dice así...
Él no es que la maltratara físicamente, ni mucho menos, pero bastante a menudo descargaba su ira contra ella. Dicen que siempre herimos a los que más queremos, y a mí siempre me ha parecido un error de los grandes hacerlo (yo incluído, por supuesto). Él le hablaba mal, haciéndole desprecios, ya estuvieran solos o acompañados. Y ella se reía, como quitándole hierro al asunto, cuando en realidad estaba avergonzada de recibir semejante trato. Claro, que también había muchos momentos de cariño y risas entre los dos. Un día, ella enfermó de Alzhéimer, esa cruel enfermedad que hace que las personas vuelvan a la infancia, olvidando cada vez más cosas, convirtiéndose en niños pequeños que se escapan de casa y no recuerdan dónde han estado, ni siquiera recuerdan las caras de sus propios hijos, hasta que se apagan del todo y se desconectan de la vida. Y eso fue lo que ocurrió el 24 de diciembre de hace dos años.
Ella era mi tía, una mujer que tuvo seis hijos y que lo pasó francamente mal para traerlos al mundo, poniendo en peligro su vida en uno de los partos. Una de esas mujeres que se sacrifican y lo hacen todo y que, a cambio, por alguna extraña razón, reciben un trato inadecuado que, por mucho que no sea continuo, sencilla y llanamente "ES" y punto. Una de esas mujeres que llevan una vida mínimamente normal hasta que, ¡boom!, el Alzhéimer, el Cáncer o cualquier otra horrible enfermedad se instala en ellas y no les deja ganar la batalla, más que nada porque en ocasiones (desgraciadamente) es imposible. Cuando pasa algo así no puedes sino quejarte de lo injusta que es la vida.
Mi tío, desde entonces, deambula por las calles de mi pueblo. Solo, perdido, confuso, desesperado. Se ha convertido en un zombi. En un vegetal. Apenas habla ya. Se le nota en la mirada un brillo de tristeza impresionante, como queriendo decir "Ya no puedo hacer nada, ella no está". Y a mí me da pena, mucha lástima, qué queréis que os diga. Todos hemos tratado mal en algún momento a alguien a quien hayamos querido mucho (a una madre, a una hermana, a un novio...). Debe haberse dado cuenta precisamente ahora de las cosas que hizo mal con ella, y se debe estar arrepintiendo horrores. Y no hay peor cosa que querer pedirle perdón a alguien y que ya no esté. Y no es una ausencia ocasionada por un viaje o una pelea. No. Es que ya no va a volver nunca más. No quiero tener nunca esa sensación...
Pero eh, chicos, no importa nada de esto. Estas noticias no trascienden, a mí se me calificará de tristón por haber escrito ésto, a mi tío de maltratador. El mundo no se detiene y en la ciudad, ya brillan las luces de Navidad... y yo me siento cada vez más sensible. Mucho, además.
Él no es que la maltratara físicamente, ni mucho menos, pero bastante a menudo descargaba su ira contra ella. Dicen que siempre herimos a los que más queremos, y a mí siempre me ha parecido un error de los grandes hacerlo (yo incluído, por supuesto). Él le hablaba mal, haciéndole desprecios, ya estuvieran solos o acompañados. Y ella se reía, como quitándole hierro al asunto, cuando en realidad estaba avergonzada de recibir semejante trato. Claro, que también había muchos momentos de cariño y risas entre los dos. Un día, ella enfermó de Alzhéimer, esa cruel enfermedad que hace que las personas vuelvan a la infancia, olvidando cada vez más cosas, convirtiéndose en niños pequeños que se escapan de casa y no recuerdan dónde han estado, ni siquiera recuerdan las caras de sus propios hijos, hasta que se apagan del todo y se desconectan de la vida. Y eso fue lo que ocurrió el 24 de diciembre de hace dos años.
Ella era mi tía, una mujer que tuvo seis hijos y que lo pasó francamente mal para traerlos al mundo, poniendo en peligro su vida en uno de los partos. Una de esas mujeres que se sacrifican y lo hacen todo y que, a cambio, por alguna extraña razón, reciben un trato inadecuado que, por mucho que no sea continuo, sencilla y llanamente "ES" y punto. Una de esas mujeres que llevan una vida mínimamente normal hasta que, ¡boom!, el Alzhéimer, el Cáncer o cualquier otra horrible enfermedad se instala en ellas y no les deja ganar la batalla, más que nada porque en ocasiones (desgraciadamente) es imposible. Cuando pasa algo así no puedes sino quejarte de lo injusta que es la vida.
Mi tío, desde entonces, deambula por las calles de mi pueblo. Solo, perdido, confuso, desesperado. Se ha convertido en un zombi. En un vegetal. Apenas habla ya. Se le nota en la mirada un brillo de tristeza impresionante, como queriendo decir "Ya no puedo hacer nada, ella no está". Y a mí me da pena, mucha lástima, qué queréis que os diga. Todos hemos tratado mal en algún momento a alguien a quien hayamos querido mucho (a una madre, a una hermana, a un novio...). Debe haberse dado cuenta precisamente ahora de las cosas que hizo mal con ella, y se debe estar arrepintiendo horrores. Y no hay peor cosa que querer pedirle perdón a alguien y que ya no esté. Y no es una ausencia ocasionada por un viaje o una pelea. No. Es que ya no va a volver nunca más. No quiero tener nunca esa sensación...
Pero eh, chicos, no importa nada de esto. Estas noticias no trascienden, a mí se me calificará de tristón por haber escrito ésto, a mi tío de maltratador. El mundo no se detiene y en la ciudad, ya brillan las luces de Navidad... y yo me siento cada vez más sensible. Mucho, además.