Aaahhhh Tenerife... primavera veraniega en plenos indicios de un invierno de los de chuzos de punta. Isla volcánica de calles con terroríficas pendientes ascendentes que mandan a tomar viento la ley de la gravedad. Paraje afrodisíaco con variedad de paisajes y climas: ora jungla tropical, ora montaña tirolesa, ora playa caribeña, ora poblado de estética mediterránea, y así muchas reinterpretaciones más. Frías y agradecidas aguas atlánticas con tanta sal que flotas como nunca antes lo habías hecho. Ciudades costeras que luchan contra la contaminación lumínica reduciendo la intensidad de las farolas a partir de las doce de la noche, razón por la que los cielos de Tenerife se consideran los más limpios de España, razón también por la que uno de los tres mejores astrofísicos del mundo se encuentra trabajando en la isla. Y nosotros, en una pequeña luna de miel, estuvimos allí para comprobar todo eso y mucho más.
Alquilamos un coche para hacer las excursiones a nuestro aire, y a pesar de perdernos un par de veces y de sufrir pequeños colapsos por culpa de la orografía tinerfeña (yo hiperventilando y
el que te cuento abanicándose/me con el mapa de carreteras), llegamos a todos los lugares que habíamos planeado. Como curiosidad añadir que conducir por la zona sur de la isla es como viajar por la Ruta 66 estadounidense. Fuimos al Teide, con sus monumentales desiertos llenos de rocas rojizas...
... y a las Cañadas, donde se encuentra el famoso pedrusco que figuraba antaño en los billetes de 1.000 pesetas.
Visitamos la zona donde se rodaron los anuncios de Marlboro. Creed lo que os digo: las fotos desmerecen bastante la realidad. Sólo quien haya estado allí sabrá que lo que digo es cierto.
En esta zona, en particular, era como estar en el Cañón del Colorado...
... aunque a veces todo se parecía mucho más a los Alpes suizos, con esas casitas a los pies de las montañas y esos cielos azules plagados de nubes, ¡y nosotros sin trenzas, ays!
De vuelta a la civilización, el universo entero quedaba justo por debajo de nosotros. ¿Cuántas veces habéis conducido vosotros un coche por encima de las nubes, eh?
Paseamos por Icod de los Vinos, un bonito pueblo con vistas al mar, en pleno valle de La Orotava...
... donde pudimos contemplar el famoso drago milenario.
Y en Garachico, el precioso pueblo costero con playas formadas gracias a erupciones volcánicas, vimos un romántico anochecer.
En la capital de la isla, Santa Cruz de Tenerife, nos sorprendió el diseño del Auditorio. Digno de fotografiar una y otra vez.
Santa Cruz responde más al prototipo de gran ciudad, por lo que estuvimos no más de 20 o 30 minutos, que para ver ciudades siempre hay tiempo y no era lo que nosotros buscábamos en estas vacaciones.
Los Gigantes nos dejaron sin habla. Acantilados de hasta 800 metros de altura, los antepasados tinerfeños los consideraban sagrados ya que creían que el mundo finalizaba allí mismo. Bañarse en sus playas mientras los contemplas es cuanto menos inquietante, máxime cuando la arena es de color negro y no ves por dónde pisas...
Allí disfrutamos de una increíble piscina natural entre rocas con agua del mar y peces de todos los colores y formas imaginables que nadaban a tu lado sin alejarse lo más mínimo. ¡Qué preciosidad!
Y también de otra piscina como Dios manda, en la planta alta del recinto, al más puro estilo resort caribeño.
... y de nuevo, otro bello anochecer, ays...........
La única excursión programada a la que nos apuntamos fue a bordo de un Jeep, a la aventura total y rotunda, a una zona de difícil acceso a no ser que seas oriundo de la isla. La conductora era la mar de simpática y nos iba explicando muchísimas cosas acerca de todo lo que veíamos. Esta excursión se caracterizaba por ser de carácter íntimo: sólo 5 personas + la conductora/guía. Fue emocionante y divertido a más no poder. Primero nos llevó a ver las estatuas de los indios Guanches, muy bien dotados los muchachos, por cierto.
Luego, de paseo (de pie, en el Jeep), o más bien sobresalto, por la zona más rústica y agrícola de la isla. Sin duda, la parte más divertida de la excursión, y los que estuvimos allí sabemos muy bien por qué.
Nos llevó, de nuevo, a Garachico, donde en sus maravillosas piscinas naturales de lava volcánica, y tras dos intentos fallidos......
...... ¡al fin pude bañarme! (en slips, eso sí)
De camino a la siguiente parada no podía dejar de fotografiar las montañas, con las nubes acariciándolas, creando un efecto pelín tétrico...
... ni los numerosos acantilados, con el Atlántico al fondo...
... hasta que al fin llegamos a Masca, antiguo asentamiento y escondite secreto de los piratas, perdido entre las montañas y de complicado acceso.
Masca, lugar glorioso donde volvimos a encontrarnos con una vieja amiga nuestra...
Camino del Puerto de Santa Cruz, de repente, y como es natural en esta impresionante isla, volvimos a cambiar de escenario y clima en cuestión de segundos. ¡¿Cuándo hemos llegado a México, querido?!
También vimos a los mejores amigos de los Reyes Magos, y a la hora de la siesta ya estábamos en el hotel.
El 5º y último día lo dedicamos a ir de piscina en piscina. Empezando por la del hotel, donde montamos el numerito erótico-festivo ante la atenta mirada de los huéspedes... (váis listos si pensábais que iba a poner fotos de tal momentazo)
Y terminando por el fastuoso Lago Martiánez, un Edén en medio de la ciudad.
De camino al Lago, me encantó comprobar un nuevo cambio de escenario: esta vez, sucedáneo de un bonito poblado 100% mediterráneo.
Antes de volver a Madrid, donde por cierto, tanto antes como después del viaje pasamos unos cuantos días también de fábula, no pude evitar quedarme un rato asomado al balcón de nuestra habitación en el hotel sintiéndome absolutamente feliz por la experiencia. Y es que, ¿cuándo has abierto tú la ventana y te has encontrado con este maravilloso panorama?
Y ya, por último, dos imágenes que ilustran el antes y el después de Marsónico tras el viaje a Tenerife.
Apuntes breves: comida típica canaria... sólo probamos las papas arrugadas, que nos parecieron patatas asadas de las de toda la vida y punto. Tampoco es que hubiera mucha variedad. Eso sí, nos enamoramos de las salsas, de las que compramos numerosas cantidades. ¡Y de botellas de licores canarios ni os cuento! El bizcocho de plátano estaba muy rico. Los conductores hacen lo que les da la gana en la carretera (se detienen en seco para sacar fotos de algún paisaje, salen de las calles sin hacer el ceda el paso, los peatones cruzan la calle sin paso de cebras y con el coche casi encima...) y, en general, la mayoría de los canarios responden al prototipo de ciudadano cubano que se mueve con pereza por la vida y, en el caso de atender un comercio, es capaz de hacer que te desesperes
ad infinitum. He dicho.
¿No queríais crónica? ¡Pues tomad crónica!
Fotografías realizadas por mi cámara y la de Gunillo. Nada de Google ni cosas raras.