23.5.07

Madrid V2.0 (o qué me gusta un jardín)

Bueno, bueno, no os acostumbreis a que haga un post cada vez que vaya a Madrid, porque hay que ver lo que os gusta a vosotros un periodismo de investigación y un que os lo den todo en bandeja, con fotos comprometedoras y todo eso, sobre todo a la Ketchup, que menuda es ella, y que bien contento me tiene por haber estado en Logroño durante mi viaje.

Pues sí, el finde pasado volví a Madrid, esa ciudad a la que le tenía tantísima manía y que de un tiempo a esta parte (y como yo vaticiné hace años) me han hecho verla de un modo tan distinto que no puedo evitar venirme a Murcia con ganas de volver o incluso de quedarme allí para siempre. ¡Qué buen anfitrión es mi Guni!... claro está, cuando no encontramos otros pasatiempos más absorventes y placenteros que nos impiden hacer vida social y turística, oiga, porque bien que nos gusta pasarlo súper bien cada vez que nos juntamos.

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Fue toda una aventura porque me tocó ir a mí solito hasta Callao, donde él trabajaba hasta el viernes, y os puedo asegurar que llegué sano y salvo y sin perderme. Inauguré mi estancia en la capital del reino visitando un Dunkin' Donuts en Gran Vía, que ya iba siendo hora. Qué rico el Smoothie de frutos del bosque y qué rico el donut de crema pastelera, pero qué decepción me llevé al ver que apenas quedaban ya rosquillas. Me esperaba otra cosa. Después estuve haciendo tiempo por las tiendas de al lado. Con mis ínfulas, mi gesto altivo, mi yo elato y mi porte regio con la barbilla apuntando al cielo (anda), intenté no parecer demasiado turista...... ¡¡¡y qué calor!!! Un poco más tarde apareció Gunillo, ese hombre pegado a un móvil.

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El hombre pegado al móvil también es experto en hacer y deshacer planes como quien se cambia de bragas (si es que alguien las lleva puestas primero, claro). De la supuesta visita al Maderfaker de Malasaña nunca más se supo, pero claro, habiendo dormido pocas horas ambos dos, a ver quién era el guapo que se arreglaba para salir a la calle, y encima con la que estaba cayendo, que yo creo que debíamos estar a 65º. No os digo máis nada ya. Cenamos y nos quedamos en su cuarto, que eso dio para mucho rato hasta que caímos dormidos.

El sábado más de lo mismo. Hicimos compras por su barrio. Me encanta el barrio de Gunillo, porque aún siendo la Calle de Alcalá, con comercios de todo tipo y gente que va y que viene por todas partes, como si fuera el centro-centro, posee la tranquilidad y familiaridad de un barrio de los de toda la vida. A media tarde, tras haber perdido el tiempo en eso que tanto nos gusta a todos (comiendo helado, malpensados), y con una interrupción telefónica por parte de Miss Ketchup, que parecía que sabía cuando era el momento más "adecuado" para llamarnos y pillarnos con los tacones clavados en el techo, salimos a pasear. Estuve, cómo no, en Xocoa, comprando chocolates para mí y para mis sobrinos, que prácticamente ya los hemos engullido... menudos buitres. Paseamos por Chueca, ese barrio en el que Gunillo y yo no nos sentimos del todo integrados por razones que ahora no vienen al cuento, pero qué me gusta haber encontrado a una persona que piensa igual yo en lo que respecta a los guettos gays, y que al pasar por la plaza de Chueca se siente igual de violento e incómodo. Allí vi a La Veneno, o bueno, a la que se supone que era Cristina la Veneno y que ahora es un clon de Falete. Después, me llevó a pasar una velada de lo más romanticona y propia de cuento de hadas al Palacio Real y jardines colindantes. Bajé las escaleras y de repente me descubrí a mí mismo alzándome las patas de los vaqueros para que no rozaran los bajos con el suelo, cual si me estuviera levantando las enaguas de un vestido de fiesta. Le dije a Gunillo que lo más probable es que el espíritu de alguna dama de la nobleza se hubiera introducido en mí. Qué maravilla...

Me encantaron los edificios de enfrente...

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La capa ribeteada en encaje de la escultura de la foto...

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La regia arquitectura del palacio...

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Los maravillosos jardines, dignos de Alicia en el País de las Maravillas...

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El atardecer...

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Y, por supuesto, una pose...

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Y otra...

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Y otra más...

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Anda, y otra más...

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¡¡¡Uy, y más y más!!!...

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Y paramos, que os vais a pensar que soy un vacileta al que sólo le gusta lucirse, hombre ya... Y para lucirme estaba yo el sábado por la noche, con Madrid polinizada al máximo y miles de partículas volando por la atmósfera que ocasionaron lo más parecido a un ataque vírico a la ciudad. Todo el mundo iba estornudando por la calle, con los pañuelos pegados a la nariz y los ojos enrojecidos. Tipo "28 días después", vamos. Y yo no iba a ser menos, por lo que también se jodió la noche festiva del saturday night, la cual se cambió por una cena súper íntima y very romantic con lambrusco, crema de champiñones y paninis. ¿Y qué mejor manera de entrar en calor que haber visitado esa maravilla de Templo de Debod? ¡Así, cualquiera se pone a tono!

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Pues anda, que si os pensábais que no había posado cual esfinge, estábais súper equivocados...

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El domingo el viaje tocó a su fin, muy desgraciadamente, pero estuvo lleno de risas y carcajadas varias gracias a la compañera de piso italiana de Gunillo, con esa verborrea y esas cosas que tiene la muchacha y que a mí me divierten tanto. Tapeamos frugal y fugazmente por el barrio, comimos quiche de verduras y nos quedamos medio fritos en el sofá mientras ponían "Mejor imposible". Lo único que pedí esta vez fue que no se esperase a despedirme en la estación, porque eso de caminar, mirar hacia atrás y ver a los que se quedan, a mí personalmente me parte el corazón. No sé a vosotros... Pero vamos, que nunca 4 horas de trayecto me habían resultado tan cercanas.

PD: En el blog de Mara podéis leer este post sobre el acontecimiento de la semana y el mes, en el cual aparezco yo.