El viernes cené con las chicas en casa de M., alias Sayuri, en lo que resultó ser una explosión de rojo y negro, estética zen y japonesismo a tutiplén.
No es fácil usar unos palillos, por eso Sayuri se ofreció muy digna y servicialmente a mostrarnos cómo cogerlos. Hubo alguna que otra que realmente quería aprender a comer con ellos y hacer honor así a la velada. Yo, por supuestísimo, sólo los cogí para la foto y punto, que ya sabeis lo que me gusta a mí una pose. Además, ya se sabe lo que ocurre en estos casos: como pierdas el tiempo te quedas sin comer...
Y qué cuadrado todo, qué estiloso y visual... qué me gusta una parafernalia y un peliculeo. Bonita presentación, ¿verdad?
Y hombre, yo hasta me llevé a mi Barbie Princesa de Japón para que amenizara el cotarro y nos hiciera sentir aún más orientales, pero os puedo asegurar que no se mostró demasiado partícipe. Eso sí, le dio un toque al salón de lo más geishístico......
Durante la ceremonia de las flores (con baile de primavera por mi parte, usando dos servilletas rojas gigantescas -a Dios doy gracias de que no haya fotos) se habló del futuro marital de Sayuri, desvelándose el secreto mejor guardado hasta la fecha: ¡quiere que yo le diseñe el vestido de novia! Algo que, sin duda, me llena de orgullo puesto que es amiga mía de casi toda la vida y me agrada que confíe en mis artes (marciales). Aquí, con una de las revistas que ya está empezando a comprar para que podamos empaparnos de tendencias, telas y demás. ¡Qué momentazo!
Para celebrarlo, como supondréis, nos tomamos (me tomé) algunas copas, así que no es de extrañar que me acabaran caracterizando de chinita, con un top traído expresamente de aquel país multicolor. ¡Anda que os gusta poco a vosotros también un ridículo mío y un dejarme en evidencia a mí mismo!
El sábado me fui a pasar el finde a nuestra casa de campo, y como no me pueden dejar quieto un momento, me fui con mis sobrinos al centro comercial que tenemos cerca, donde sacamos esta bonita foto, que ni queriendo sale tan bien en cuanto a encuadre, colores, poses y esa maravillosa puesta de sol que se adivina detrás de nosotros. ¡Viva la improvisación!
El domingo, como hacía tan buen tiempo, fuimos a pasear por la playa. En la foto, mi sobrina y yo, súper discretos y sencillos para adentrarnos en la arena...
Y como últimamente estoy tan feliz y me sale por los poros tanta alegría, me puse bajo el sol abrasador para que captaran el momento y me sacaran estas dos fotos que a mí particularmente me parecen molonas molonas molonas. Qué colores, qué integración con el paisaje, qué calor... ¡y qué colmillos, jo!
Y al final del día, cuando el sol empezaba a ponerse naranja, me adentré con mi sobrino en un campo de trigo y saqué esta preciosa y evocadora imagen de él corriendo detrás de un gato.
Qué me gusta un Marsonic-weekend, chicos... os invitaría a pasar uno de ellos ahora mismo.
PD: ¡Tengo una resaca madrileña de lo más embriagadora aún, jolines!
No es fácil usar unos palillos, por eso Sayuri se ofreció muy digna y servicialmente a mostrarnos cómo cogerlos. Hubo alguna que otra que realmente quería aprender a comer con ellos y hacer honor así a la velada. Yo, por supuestísimo, sólo los cogí para la foto y punto, que ya sabeis lo que me gusta a mí una pose. Además, ya se sabe lo que ocurre en estos casos: como pierdas el tiempo te quedas sin comer...
Y qué cuadrado todo, qué estiloso y visual... qué me gusta una parafernalia y un peliculeo. Bonita presentación, ¿verdad?
Y hombre, yo hasta me llevé a mi Barbie Princesa de Japón para que amenizara el cotarro y nos hiciera sentir aún más orientales, pero os puedo asegurar que no se mostró demasiado partícipe. Eso sí, le dio un toque al salón de lo más geishístico......
Durante la ceremonia de las flores (con baile de primavera por mi parte, usando dos servilletas rojas gigantescas -a Dios doy gracias de que no haya fotos) se habló del futuro marital de Sayuri, desvelándose el secreto mejor guardado hasta la fecha: ¡quiere que yo le diseñe el vestido de novia! Algo que, sin duda, me llena de orgullo puesto que es amiga mía de casi toda la vida y me agrada que confíe en mis artes (marciales). Aquí, con una de las revistas que ya está empezando a comprar para que podamos empaparnos de tendencias, telas y demás. ¡Qué momentazo!
Para celebrarlo, como supondréis, nos tomamos (me tomé) algunas copas, así que no es de extrañar que me acabaran caracterizando de chinita, con un top traído expresamente de aquel país multicolor. ¡Anda que os gusta poco a vosotros también un ridículo mío y un dejarme en evidencia a mí mismo!
El sábado me fui a pasar el finde a nuestra casa de campo, y como no me pueden dejar quieto un momento, me fui con mis sobrinos al centro comercial que tenemos cerca, donde sacamos esta bonita foto, que ni queriendo sale tan bien en cuanto a encuadre, colores, poses y esa maravillosa puesta de sol que se adivina detrás de nosotros. ¡Viva la improvisación!
El domingo, como hacía tan buen tiempo, fuimos a pasear por la playa. En la foto, mi sobrina y yo, súper discretos y sencillos para adentrarnos en la arena...
Y como últimamente estoy tan feliz y me sale por los poros tanta alegría, me puse bajo el sol abrasador para que captaran el momento y me sacaran estas dos fotos que a mí particularmente me parecen molonas molonas molonas. Qué colores, qué integración con el paisaje, qué calor... ¡y qué colmillos, jo!
Y al final del día, cuando el sol empezaba a ponerse naranja, me adentré con mi sobrino en un campo de trigo y saqué esta preciosa y evocadora imagen de él corriendo detrás de un gato.
Qué me gusta un Marsonic-weekend, chicos... os invitaría a pasar uno de ellos ahora mismo.
PD: ¡Tengo una resaca madrileña de lo más embriagadora aún, jolines!