A pocos metros de mi casa vive ella. Una señora mayor que vende cupones de la ONCE. Sólo tiene una mano hábil. La otra es algo parecido a un garfio, una malformación. En cualquier caso sus manos son pequeñas y regordetas, como ella.
Lleva el pelo corto y usa gafas para ver mejor. Tiene media cara paralizada y, para más INRI, posee una deficiencia mental que le impide hablar de un modo inteligible.
Vive sola. No tiene a nadie más.
Cada día pasa la mañana entera fuera de su casa, con su sillita plegable, llueva o haga un sol de mil demonios, y se sienta en cualquier acera para vender sus boletos. Ah, y para aguantar las risas de los niñatos hijos de puta que pasan por su lado y se burlan de ella por ser como es.
Me la imagino en su casa. Haciéndose la comida. Colocando la compra. Lavando. Planchándose la ropa. Y durmiéndose para ver que el día siguiente va a ser idéntico al anterior. Sin nadie a tu lado. Sin nadie a quien contarle tus penas y que te levante el ánimo. Sin amigos. Sin movilidad. Sin sentirse atractiva o dicharachera. Sin poder pensar en ponerse un vestido bonito o ir a una fiesta llena de gente que se pare a hablar con ella. Y no poder disponer la casa para recibir invitados, o preparar a alguien una cena sorpresa o romántica. O si alguna vez se habrá mirado en el espejo y habrá pensado para sus adentros "¿Por qué?". Aunque lo mismo, la pobre, no se da ni cuenta de todo ésto...
Yo, cada vez que la veo, siento un nudo en la garganta, y nunca aguanto más de un minuto mirándola porque la lástima que siento hacia ella me atrae las lágrimas como un imán, nunca falla. Puede que resulte gracioso este post, y yo un sensiblón extremo, pero anoche me la encontré de vuelta a casa. A las 20:15 de la noche, en un autobús lleno de gente, y aún a riesgo de llamar más la atención, me tuve que poner las gafas de sol.
Es una de esas personas que, aunque no tengas relación con ella y sólo la conozcas de vista, el día que muera, llorarás como si hubiera formado parte de tu vida.
Esto es lo que hay.
Lleva el pelo corto y usa gafas para ver mejor. Tiene media cara paralizada y, para más INRI, posee una deficiencia mental que le impide hablar de un modo inteligible.
Vive sola. No tiene a nadie más.
Cada día pasa la mañana entera fuera de su casa, con su sillita plegable, llueva o haga un sol de mil demonios, y se sienta en cualquier acera para vender sus boletos. Ah, y para aguantar las risas de los niñatos hijos de puta que pasan por su lado y se burlan de ella por ser como es.
Me la imagino en su casa. Haciéndose la comida. Colocando la compra. Lavando. Planchándose la ropa. Y durmiéndose para ver que el día siguiente va a ser idéntico al anterior. Sin nadie a tu lado. Sin nadie a quien contarle tus penas y que te levante el ánimo. Sin amigos. Sin movilidad. Sin sentirse atractiva o dicharachera. Sin poder pensar en ponerse un vestido bonito o ir a una fiesta llena de gente que se pare a hablar con ella. Y no poder disponer la casa para recibir invitados, o preparar a alguien una cena sorpresa o romántica. O si alguna vez se habrá mirado en el espejo y habrá pensado para sus adentros "¿Por qué?". Aunque lo mismo, la pobre, no se da ni cuenta de todo ésto...
Yo, cada vez que la veo, siento un nudo en la garganta, y nunca aguanto más de un minuto mirándola porque la lástima que siento hacia ella me atrae las lágrimas como un imán, nunca falla. Puede que resulte gracioso este post, y yo un sensiblón extremo, pero anoche me la encontré de vuelta a casa. A las 20:15 de la noche, en un autobús lleno de gente, y aún a riesgo de llamar más la atención, me tuve que poner las gafas de sol.
Es una de esas personas que, aunque no tengas relación con ella y sólo la conozcas de vista, el día que muera, llorarás como si hubiera formado parte de tu vida.
Esto es lo que hay.
