La morfina es un alcaloide sólido, muy amargo y venenoso, que cristaliza en prismas rectos e incoloros; se extrae del opio, y sus sales, en dosis pequeñas, se emplean en medicina como medicamento soporífero y anestésico.
El pinchazo no duele, pero los efectos secundarios son horribles. Era tal el dolor que sentía este verano por culpa de aquella lumbalgia mecánica que una noche, en el hospital, no tuvieron más remedio que inyectarme morfina urgentemente. Yo no podía moverme lo más mínimo, de hecho entré al hospital en camilla y una vez dentro me trasladaron a una silla de ruedas. A medida que iban pasando los minutos, la morfina se adentraba en mi sistema cual crótalo de California (...). Los ojos se me iban cerrando, todo empezaba a dar vueltas y un sudor frío me caía por todas partes. Y cada vez iba a peor... por supuesto, ante tal estado lo último que puedes y consigues hacer es calmarte. Y de repente te falta espacio. Espacio en el hospital y espacio dentro de ti mismo. Y todo gira, y te mareas, y sientes náuseas, y el corazón se te sale del pecho, y no encuentras postura que te alivie lo más mínimo, y te llevan a toda prisa al aseo para que puedas vomitar y aunque te mueres por hacerlo no puedes, no te sale nada, y no hay peor sensación que esa. ¡¡¡Y saber que hay gente adicta a ésto!!! El caso es que tras más de 10 minutos en semejante estado, consigues por fin vomitar y es entonces cuando empiezas a sentirte mejor. Se van las náuseas, el mareo, el sudor frío y la sensación de que te quedas sin aire, sin espacio. El problema es que a mí el pinchazo de morfina no me hizo absolutamente nada, salvo pasarlo súper mal.
La lumbalgia mecánica viene a raíz de un acortamiento de los músculos. Es decir, que tengo flexibilidad nula, cero, inexistente, debido a mi pereza para con los gimnasios/el deporte, cosa que va a cambiar en enero del año próximo si no falla nada porque quiero retomar mi carrera de vedette y tengo que conseguir elevar y abrir las piernas (sobre todo esto último) tanto o más que Norma Duval.
Tras la morfina y aquellas sesiones tan divertidas de acupuntura, mi última incursión en las inyecciones para aliviar molestias y dolores ha sido con el ozono. ¡Y alabado sea! Aunque debo confesar que el efecto secundario es idéntico al de la morfina, aunque más llevadero y de una duración inferior. En mi caso, fueron siete u ocho pinchazos en la zona lumbar, muy seguidos unos de otros, mientras el doctor me hablaba, quizás para evadirme (sin éxito), porque el pinchazo en sí no duele, y a mí tampoco me dan miedo las agujas, pero cuando el ozono entra en tu cuerpo notas como si alguien te estuviera vaciando dos toneladas de hierro en tu sangre. Con cada pinchazo se incrementa la sensación de tener dos nuevas toneladas de hierro en tu cuerpo. Notas una presión enorme, como de hundirte hacia abajo y te cuesta respirar, incluso hablar. Y luego está lo de los mareos y las náuseas, pero como he dicho antes, el efecto pasa pronto y los resultados son excelentes. ¡¡¡Ya puedo volver a la pasarla de Milán!!! Voy a hacer una rentrée que se va a cagar Kate Moss......
El pinchazo no duele, pero los efectos secundarios son horribles. Era tal el dolor que sentía este verano por culpa de aquella lumbalgia mecánica que una noche, en el hospital, no tuvieron más remedio que inyectarme morfina urgentemente. Yo no podía moverme lo más mínimo, de hecho entré al hospital en camilla y una vez dentro me trasladaron a una silla de ruedas. A medida que iban pasando los minutos, la morfina se adentraba en mi sistema cual crótalo de California (...). Los ojos se me iban cerrando, todo empezaba a dar vueltas y un sudor frío me caía por todas partes. Y cada vez iba a peor... por supuesto, ante tal estado lo último que puedes y consigues hacer es calmarte. Y de repente te falta espacio. Espacio en el hospital y espacio dentro de ti mismo. Y todo gira, y te mareas, y sientes náuseas, y el corazón se te sale del pecho, y no encuentras postura que te alivie lo más mínimo, y te llevan a toda prisa al aseo para que puedas vomitar y aunque te mueres por hacerlo no puedes, no te sale nada, y no hay peor sensación que esa. ¡¡¡Y saber que hay gente adicta a ésto!!! El caso es que tras más de 10 minutos en semejante estado, consigues por fin vomitar y es entonces cuando empiezas a sentirte mejor. Se van las náuseas, el mareo, el sudor frío y la sensación de que te quedas sin aire, sin espacio. El problema es que a mí el pinchazo de morfina no me hizo absolutamente nada, salvo pasarlo súper mal.
La lumbalgia mecánica viene a raíz de un acortamiento de los músculos. Es decir, que tengo flexibilidad nula, cero, inexistente, debido a mi pereza para con los gimnasios/el deporte, cosa que va a cambiar en enero del año próximo si no falla nada porque quiero retomar mi carrera de vedette y tengo que conseguir elevar y abrir las piernas (sobre todo esto último) tanto o más que Norma Duval.
Tras la morfina y aquellas sesiones tan divertidas de acupuntura, mi última incursión en las inyecciones para aliviar molestias y dolores ha sido con el ozono. ¡Y alabado sea! Aunque debo confesar que el efecto secundario es idéntico al de la morfina, aunque más llevadero y de una duración inferior. En mi caso, fueron siete u ocho pinchazos en la zona lumbar, muy seguidos unos de otros, mientras el doctor me hablaba, quizás para evadirme (sin éxito), porque el pinchazo en sí no duele, y a mí tampoco me dan miedo las agujas, pero cuando el ozono entra en tu cuerpo notas como si alguien te estuviera vaciando dos toneladas de hierro en tu sangre. Con cada pinchazo se incrementa la sensación de tener dos nuevas toneladas de hierro en tu cuerpo. Notas una presión enorme, como de hundirte hacia abajo y te cuesta respirar, incluso hablar. Y luego está lo de los mareos y las náuseas, pero como he dicho antes, el efecto pasa pronto y los resultados son excelentes. ¡¡¡Ya puedo volver a la pasarla de Milán!!! Voy a hacer una rentrée que se va a cagar Kate Moss......