4.4.06

El coleccionista
















Todos los trabajos tienen su punto surrealista, hasta el más normal. En mi nuevo empleo tengo que codificar/archivar todas las colecciones privadas de un poderoso empresario a cuya esposa yo le daba clases particulares de informática hasta hace poco. Ella fue quien me propuso para el puesto, pero del dramatismo y la actuación digna de galardón ya me encargué yo cuando me cesé a mí mismo de mi anterior trabajo. Ergo: cuando uno tiene ciertos contactos pudientes nunca está de más hablar de lo mucho que necesitas un trabajo porque ya tienes una edad y no sale nada de nada y todo está fatal y que si tú conoces a alguien que necesite gente pues avísame y bla, bla, bla… Resultado: puesto de empleo súper céntrico, buenas condiciones, absolutamente entretenido y fascinante, porque yo también soy un pequeño coleccionista y me siento como pez en el agua. El único “pero” es que este puesto de empleo durará mientras haya cosas por archivar, y eso puede llevar 2, 4 o 20 meses, no se sabe, razón por la que tengo un contrato por obra y servicio, ya que ni ellos mismos saben hasta cuándo seré necesario. Por este motivo, y por una cuestión más bien de seguridad, sigo realizando entrevistas de trabajo, y mientras tanto, tengo este estupendo puesto.

Hay un programa específico, diseñado expresamente para este señor (millonada al canto), donde archivo cada libro, cada cd, cada cómic, cada dvd, cada revista. Se debe introducir el mayor número de datos posible, y eso incluye foto de portada, foto del autor, biografía y bibliografía, premios concedidos, editorial, edición, número de colección (en cuanto a libros), mientras que los cd’s de música hay que ripearlos, pasando a formar parte de una base de datos gigantesca que tiene este señor y desde la cual su hijo puede llenar de música su iPod Nano. Si en un cd hay una colaboración con una determinada orquesta, hay que abrirle un expediente a esa orquesta con el fin de darla de alta en la base de datos y añadir todo lo que deba saberse sobre ella. En el caso de las revistas (colecciona National Geographic y Condé Nast Traveler, entre muchas otras de idénticas características –esto es, con fotos realmente preciosas) hay que incluir cada artículo y un breve resumen, y por supuesto quién hace las fotos y quién escribe el texto. En definitiva: un trabajo absolutamente metódico que encaja a la perfección con alguien tan ordenado como yo.

Ahora estoy archivando una colección de narrativa contemporánea. Tengo que leerme el argumento del libro para introducirlo en la base de datos, y de momento hay muchos libros que me gustaría leer porque su trama me ha parecido interesante, entre ellos “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, “Ulises” de James Joyce (todos mis amigos filólogos ingleses me están advirtiendo que ni se me ocurra leerlo, pero a mí me atrae bastante la idea de que cada capítulo esté escrito en un estilo absolutamente distinto, incluyendo uno de los últimos, que no contiene ni una coma ni tampoco ningún punto, sino que todo es del tirón) y “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco. Se ha recibido una importante cantidad de cajas de un famoso librero murciano, repletas de colecciones completas que ha comprado recientemente mi jefe, una de ellas está compuesta por 700 libros de una serie de novelas grecorromanas. Repito: UNA de ELLAS, porque hay más… Por lo visto tiene una biblioteca en cada una de sus propiedades inmobiliarias, que vienen a ser unas cuantas y que no sé si yo tendré que visitarlas algún día para archivar lo que hay allí (uno de los destinos es Madrid). El programa también tiene su opción de préstamos para que gente del entorno de mi jefe pueda llevarse libros o películas o lo que sea que esté archivado. Lo dicho, funciona como una biblioteca.

Moraleja: la gente, cuando tiene muchísimo dinero, no sabe en qué gastarlo, pero siempre dan con alguna excentricidad, el no va más de las extravagancias, el sumun de lo estrambótico. Y yo encantado de que tengan estos caprichos, como os podéis figurar. La ilustración de hoy la he elegido por dos razones: la primera y más obvia es porque me gusta mucho (por determinadas referencias a cosas que me encantan, y no son los toros precisamente); la segunda, y que viene más a cuento, porque se titula “The collector”.