30.11.05

Me hago el sueco

Ya no voy a ser un chico Ikea. No voy a vestir de amarillo y azul. Yo, que me pensaba convertir en una versión moderna de La Mamba Negra de la cadena de tiendas sueca me he quedado con el papel de secundona perversa… pero bueno, menos mal que estoy enamorado de Elle Driver y que no me importará adoptar su actitud.

A decir verdad, antes de saber la respuesta final, llevaba un tiempo pensando en lo igual que me daba que me seleccionaran, y es que hay cosas por las que alguien como yo no está dispuesto a pasar como, por ejemplo, trabajar de lunes a (prácticamente) domingo. No os penséis que el trabajo de diseñador gráfico es tan fácil de encontrar, a decir verdad creo que es uno de los más difíciles a pesar de la experiencia y las cualidades artísticas, razón por la que uno no debe ceñirse únicamente a buscar un trabajo como diseñador, sino también abrirse a otros campos, porque la cosa está muy mal. Yo ya he perdido la cuenta de la cantidad de entrevistas que he hecho, de la cantidad de c.v. que he enviado por correo o presentado en persona y de la cantidad de agencias de publicidad, empresas de diseño gráfico y consultorías orientadas al diseño que he visitado... si te avisan para decirte que no les interesas ya te puedes dar con un canto en los dientes, porque si hay algo que caracteriza a esta gente es la poca formalidad y seriedad a la hora de tratar a los posibles diseñadores de su plantilla. Ahí es cuando felicito a Ikea, que bien sea para darte una respuesta afirmativa como para espetarte una negativa, siempre se ponen en contacto contigo. Eso sí, como le decía anoche a mi queridísimo Moderno, el “no” te lo notifican vía e-mail, cual ruptura sentimental con un novio malvado, no vaya a ser que te lo comuniquen por teléfono, en tiempo real, y les sueltes mil perrerías. No, no y no, hombre por Dios, que esta gente viene de Suecia y la forma de ser de los nórdicos es más en plan perro pachón.

Precisamente por eso es por lo que creo que no me han seleccionado a mí......

Por si alguna vez os habéis preguntado cómo son las pruebas de selección de Ikea, yo estoy aquí para hacer el informe pertinente, y es que yo he sido, en cierto modo, el topo de Blogger, adentrándome en las profundidades de la empresa sueca para después narrar aquí mi experiencia… periodismo de investigación que lo llaman ahora, sólo que sin Mercedes Milá. Ay, de verdad, siempre pensando en vosotros, no os quejaréis…

FASE 1. La Súper Charla.
Esto fue en septiembre. Charla de 2 horas ni más ni menos en una sala enorme con más de 100 personas. Yo que soy muy dado a fantasear, me sentí como en la estupenda “Copycat” cuando Sigourney Weaver daba la ponencia sobre psycho/serial killers, sólo que esta vez no había nadie con un vestido rojo, sino que las chicas que daban la charla iban vestidas con el uniforme de Ikea, como para hacerlo todo más… más Ikea. Los serial-killers éramos nosotros, con esa mirada en plan “¿pero qué me estás contando?”, porque hay que ver qué labia tienen esas chicas, que te lo pintan todo taaan estupendo y taaan bonito y taaan ideal que sales de allí diciendo “¡quiero trabajar en Ikea de lunes a lunes, fiestas de guardar, vísperas de fiestas, las 24 horas al día, los 365 días al año… cambio mi relación de pareja por una relación con Ikea!”. ¡¡¡Te abducen!!! Y esto es un escándalo, señores/as, porque entonces descubres que no son suecos, sino marcianos. La charla de 2 horas, con descanso incluido, consta de un vídeo explicativo donde hay testimonios de personas de todo el mundo que han comprado en Ikea. Es un vídeo al más puro estilo “Ray of Light” de Madonna, con imágenes de ciudades con sus gentes y su tráfico que van muy deprisa, por lo que llegas a otra conclusión: al espacio exterior llegan los vídeos de Madonna. Bien, pues lo mejor del vídeo es una señora negra con el pelo a lo afro que suelta con todo su coño “El otro día estuve en Ikea y tenían unos cosas horribles”, pero no pasa nada, a los marcianos suecos les parece estupendo que haya variedad de opiniones, y son tan guays que no eliminan a la tiparraca esta del vídeo promocional, ¡qué estupendo es todo, de verdad! El documental, por cierto, es proyectado a través del Windows Media Player, y como al principio da problemas, las chicas extienden la charla mientras una de ellas lo intenta solucionar.
Nos pasan unos tests en la segunda mitad de la ponencia. Psicotécnicos, bastante jodidos a medida que avanzan. ¿Y lo incómodas que son las sillas? Qué sufrimiento… Al final, porque no hay que extenderse mucho, te regalan el catálogo de Ikea, que lo anuncian tan solemnemente, diciéndote que, tras la Biblia, es la obra en papel más solicitada del mundo, que, coño, te da miedo y respeto cogerlo. El lápiz que te dan al principio para que hagas el test debe ser devuelto. Qué cutres… aunque, eso sí, a cambio te dan caramelos.
Resumen: en la primera charla de Ikea te abducen, te quitan el lápiz, te regalan una revista que prácticamente interesa más que la Biblia y te obsequian con caramelos.
Un par de semanas después te llaman y te felicitan exageradamente, diciéndote que has pasado a la…

…FASE 2. Jugando a cocinitas.
Como si acaso hubieran hecho limpieza de personal para llegar a esta fase, por favor… no entiendo tanto teatrillo.
Pues bien, la fase nº 2, a diferencia de la primera, tiene lugar en un pueblo próximo a la capital, que es donde va a estar el nuevo centro comercial donde irá la tienda Ikea.
Esta vez somos menos. La idea es hacer grupos de unas 6-8 personas y que cada grupo se reúna en una sala distinta con 3 chicas de la plantilla sueca, marciana o como queráis llamarla. En total salen 3 grupos, y en el mío somos 3 chicas y 4 chicos. Los varones, exceptuándome a mí, no participan nada en absoluto. Nada que ver con las chicas y conmigo, que opto por tragarme mi timidez y soltarme un poco el pelo. Primero hay que presentarse, que a mí estas cosas siempre me han parecido un poco estúpidas porque ya tenemos una edad avanzada y no estamos en EGB para andarnos con gilipolleces del estilo. Vamos a lo que vamos, no a hacer una fiesta. Las 3 preguntas, que han dispuesto previamente en una pizarra, como si acaso fuéramos imbéciles y no las entendiéramos cuando hablan o necesitáramos un recordatorio de lo que han dicho, son:

-¿Cómo te llamas?
-¿Por qué Ikea?
-Algo característico de ti

O sea, tipo revista para adolescentes. Yo ya me veo a mí mismo mascando chicle y haciendo pompas enormes que estallan en los pasadores de la chica de al lado… dejo de fantasear y me centro en la prueba que proponen. En la mesa hay un plano y fichas de tres colores (rojo, naranja y amarillo). Cada uno debe coger 1 ficha de cada color y no darles la vuelta hasta que ellas lo digan (las de Ikea, no las fichas, hombre por favor). Hay un par de folios boca abajo que tampoco podemos girar… Dios mío, ¡ni que estuviéramos haciendo un examen para unas oposiciones! Cuando nos dan la orden de girar los folios nos encontramos con:

-un ejercicio imaginario sobre una familia que quiere comprar una cocina con un presupuesto determinado que no debe sobrepasarse.
-una lista de precios y modelos de muebles.

Al girar las fichas nos encontramos con distintos muebles de cocina. La idea es que, entre todos, construyamos la cocina en el plano, introduciendo cada uno dos fichas como mínimo, ciñéndonos al presupuesto y teniendo en cuenta que hay muebles que hay que poner sin más narices. Todo esto con el cronómetro de fondo, las tías dando vueltas a tu alrededor, tomando apuntes y el hecho de que también tienes que estar pendiente de tus compañeros, de los precios y de todo en general. Pues un estrés… Ahora, que yo consigo meter mis tres fichas, ni más ni menos, y dejo a un par de sujetos fuera de juego… y como no quiero que en Ikea me vean demasiado acaparador y listo, no tengo más remedio que quitar una de mis fichas y quedarme con las 2 reglamentarias. Pues menudo soy yo. Mis compañeros de grupo son: una chica árabe muy simpática, una chica muy moderna que ha estudiado Historia del Arte y que parece sacada de UPA Dance, una chica que va de ejecutiva sexy y con ganas de comerse el mundo (o varias pollas), un chico que no habla ni colabora y que yo juraría que era un maniquí para hacer bulto, otro chico que no deja de mirarme y que más tarde me encontré en un bar y no me dejaba de coger/hablar bien cerquita, y un último chico que tuvo el descaro de decirme “¡tú has metido 3 fichas!”. Y por supuesto, yo… qué decir de mí, que para marciano yo. Al terminar la cocina de marras nos preguntan “¿Compraríais esta cocina?”. Yo respondo que sí, porque es súper amplia y al mismo tiempo acogedora, y es entonces cuando reparo en que hemos colocado un armario justo encima del dibujo de una ventana… más moderno imposible, no me jodas. Después nos hacen salir y nos van llamando uno por uno para hacernos una mini-mini-mini entrevista de rutina nada profunda ni tampoco interesante, con la “suerte” de que yo soy de los últimos y salgo de allí pasadas las 3 de la tarde. Y mientras no te llaman ya sabes lo que te toca: estar en la sala de espera e iniciar charlas superficiales y tontas con gente a la que no vas a volver a ver en la vida. Todo el mundo habla del ejercicio de la cocina y ya da asco tanto bis. A mí me hacen gracia este tipo de cosas porque algunos llegan allí sin conocer a nadie y tras hacer un poco el chorras salen siendo íntimos de otras personas, pidiendo móviles y tomando cafés. Qué gente más desenvuelta. ¡Ah, y en la sala de espera hay montones de caramelos!… pero me temo que están dopados, porque nada de esto es normal.
Resumen: en la segunda fase tienes que jugar a las cocinitas y contestar a preguntas que parecen sacadas de la revista Súper-Pop.
De nuevo, un par de semanas más tarde, vuelven a llamarte y te dicen que has pasado a la…

…FASE 3. La Súper Entrevista.
Y a estas alturas ya te sientes como si estuvieras haciendo un casting para Gran Hermano, Operación Triunfo o La Jaula de las Locas. Y llegas a una de tus últimas conclusiones: la gente de Ikea es súper pero súper falsa. Sus sonrisas no tienen nada que envidiar a la de mi adorado Joker, ni siquiera a las de las chicas del Telecupón… mucha artificialidad veo yo por aquí. Y esos horribles carteles del corazón con los brazos abiertos y la leyenda “¡Bienvenidos a Ikea y gracias por estar aquí!”. A mí me da miedo, en serio, y encima me consta que hay un muñeco así en la tienda. La cita es en el mismo, frío y enorme lugar que donde hicieron la primera prueba de selección. Lo primero que me encuentro es a cerca de 100 personas, pero tampoco le doy mucha importancia, hasta que le presto atención a la charla que mantienen dos señoras que hay a mi lado: “Pues a mí me han dicho por teléfono que esto va a ser una charla de 2 horas, y creo que al final nos darán un catálogo”. Pienso que no puede ser, que yo ya he pasado esa fase y que se están riendo de mí previo pago de algún gracioso que las ha contratado (a ellas y a las 98 personas restantes) para hacerme creer que la cita que tengo en ese lugar y a esa hora no existe, así que les pregunto muy educadamente “¡¿qué coño me están contando ustedes, señoras?!”. Un escandalazo, en serio… a mí no se me hacen estas cosas, por el amor de Dios (hasta el rabo ya de la puta frase “por el amor de DioR”, por cierto) De repente emergen de la nada dos personas, chico y chica, y me reconocen al instante: “Hola, es que la entrevista que te vamos a hacer es en esta otra sala, perdona por la confusión”. Todo esto te lo dicen con una sonrisa abierta, en plan Willy Wonka, que asusta y ya no sabes si darles las gracias por sacarte de dudas o si marcharte a tu casa sin más preámbulos. ¡Qué gente más extraña!
La súper entrevista dura poco más de 1 hora, y me la hacen 3 personas (la entrevista, se sobreentiende, que por desgracia esa fantasía sigo sin cumplirla). Dos chicas y un chico, con una pinta de irlandés repelente que quita el sentido. Una de las chicas es la que estuvo vigilando nuestro proyecto de cocina, y es precisamente la que peor impresión me causó. De esas tipas que las ves y piensas “esta tiene que ser una bicha”. La otra era tan falsa que cuando carcajeaba parece que detrás de ella emergía un cartel luminoso que decía “¡¡¡¡¡Dios, qué falsísima soy!!!!!”. Horrible… la charla tuvo su parte coherente, con todo lo referente al trabajo, a la experiencia laboral y todo eso, pero también tuvo su parte qué-me-estás-contando, que llegó con preguntas del tipo “¿qué haría un chico tan creativo como tú en una empresa de muebles como Ikea?” o “¿te has peleado alguna vez con alguien?, venga, cuéntanos tu última riña” o “¿te agobiaría recolocar en su sitio cinco veces seguidas la misma copa?”. Yo ya esperaba preguntas del tipo “¿dónde te gusta comprar tu ropa?” (juro que esta pregunta me la hicieron en una entrevista para una empresa que buscaba administrativos y que nada tenía que ver con la industria textil) o “¿te gusta el sexo oral?, pues venga, ¡háznoslo!”. A medida que avanzaba la entrevista me di cuenta de una cosa: realmente nos habían abducido en la primera fase, porque en esta ya salían muchas contradicciones a la luz en lo referente a sueldo, horas extras y un largo etcétera, así que cuando al fin me dejaron libre salí de allí teniendo muy claro que no quería trabajar en Ikea. Que te venden gato por liebre. Que el ambiente de trabajo es súper fingido. Que el amarillo y el azul yo puedo combinarlos infinitamente mejor. Que no quiero un corazón con brazos. Y, por supuesto, que el sexo oral es mi fuerte. Deberíais comprobarlo

PD: ¡Fanmakimaki, mis respetos!