22.6.05

Vínculos helados... congelados...



Esta mañana decidí comprar helado antes de volver a mi casa. Quería una de esas tarrinas grandotas de helado cremoso con el que las protagonistas de las pelis americanas se ponen ciegas cuando están deprimidas. Quería el helado de tiramisú, con galleta crujiente en el fondo del envase... ese mismo helado que siempre compartía con él y que, el día que todo acabó, se quedó a medio en su nevera.
¿Qué haría con él una vez que yo me fui de su casa? Si hubiese sido yo, lo más seguro es que lo hubiese atesorado por haber pertenecido a una persona a la que quise tanto, o también me lo habría comido acompañado de un buen puñado de lágrimas cayendo por mis mejillas... aunque, si bien es cierto, también podría haberlo tirado a la basura, pero no obstante eso es algo que no se sabe, porque no fui yo quien le puso un final a la historia.
El caso es que esta mañana estaba yo allí, buscando el helado. Lo encuentro a la primera, lo cojo, lo pago y conduzco hacia mi casa. Y al llegar, descubro en el fondo de la bolsa que tengo una gran tarrina de helado de cappuccino... delicioso.
Los lazos que me pueden atar a mi pasado más reciente se van soltando sin querer, sin planearlo, incluso sin darme cuenta (como ha sido el caso del helado), aunque lo están haciendo a un ritmo muy, muy, muy lento. Pero digamos que ahora ya no tengo tanta prisa como antes, ni siquiera veo el tiempo como algo material, y me apetece vivir la vida disfrutando de lo que tengo en el momento presente, sin echar en falta nada, bien porque ya haya pasado, bien porque aún esté por llegar.