01:00 h. La calle es un infierno, el asfalto se derrite y parece convertirse en algo parecido al petróleo, al azabache líquido o incluso a un río de lágrimas negras, oscuras como el desamor.
Más de 38º, y sólo es junio. Salgo al aire libre, que esta noche es de todo menos aire, menos libre. Me cruzo de brazos, de pie, bajo la noche, y noto que mis manos, al tocar mi cintura, mis dorsales, mi espalda, están hirviendo. Mis dedos arden, las palmas arden y transmiten ese calor a las zonas acariciadas. Estoy a solas conmigo mismo y las estrellas me espían.
Me siento en el suelo y doblo las piernas como si fuera un indio, incluso un yogui tántrico... mis pies hierven al rozar mis pantorrillas.
Mi sangre se convulsiona esta noche, está volcánica, y súbitamente imagino mis venas hinchándose, transportando sangre a una velocidad de vértigo. Sangre roja, pero de un rojo vivo, más vivo que nunca, explotando con energía, ocasionando que mi temperatura corporal casi se asemeje a la de la calle... casi la supera con creces. Pulso acelerado, corazón ultrasónico, sangre creativa, originaria, apasionada y decidida. Transporta el oxígeno desde mis pulmones hasta los tejidos de mi cuerpo para que las células respiren, eliminando también los residuos producidos por la actividad celular... Eliminando resquicios de un pasado amenazante. Mis células se despiertan. Poseo todas las emociones del mundo dentro de mi organismo, pero es mi sangre la que me entregará a ti.
Y de pensar que todo esto podrá ser tuyo...
