Después de tanto tiempo podría hablar largo y tendido de estos días tan movidos en Madrid, de las pesadillas y malestares provocados por temas de contratos, alquileres y compañeros de piso; de lo que uno se puede llegar a gastar con tal de no estar solo en casa y tener que lanzarse a la calle y quedar con la gente para comer, cenar o tomar cañas; de lo mucho que alguien como yo puede echar de menos a su familia, su casa y su entorno; de mi búsqueda de trabajo, de la exposición de Annie Leibovitz, de la visita de mis amigas las Walpurgis, con las que hemos compartido risas, bebidas y conversaciones de todo tipo, o incluso de mi primera visita al desfile del día del Orgullo Gay, el cual terminó fatal y al que no pensamos volver ni por asomo por más de una razón. Hay que ver la de cosas que podría relatar aquí, pero me voy a quedar sólo con una que aún no he enumerado.
Sabéis de sobra lo mucho que odio los fenómenos sociológicos a los que se apunta todo el mundo, como en su momento fue “El código Da Vinci” o como está siendo ahora la trilogía “Millennium” de Stieg Larsson (me supera). Pues bien, pulula por ahí uno de esos libros borreguiles que está leyendo media humanidad llamado “El secreto”. Sinceramente os digo que no sé ni por quién está escrito, pero es que no me interesa lo más mínimo. El libro, que no viene a ser otra cosa sino uno de autoayuda, habla más o menos de lo positivo que hay que ser en esta vida aunque te echen del trabajo y te encuentres en la calle por no poder pagar la casa, por decirlo de algún modo. Según el escrito, tienes que visualizarte a ti mismo haciendo o consiguiendo las cosas que quieres, y de ese modo el universo se pondrá en marcha para dártelo. Así de fácil. Como norma para todos los que lo leen (es decir, para los miembros de esta secta satánica) se especifica que no hay que aguantar a personas que te resten, a personas tristonas, a personas que tengan problemas o a personas que lo vean todo negro. En lugar de animarlas y apoyarlas en sus malos momentos lo que uno tiene que hacer es desprenderse de ellas. O sea, que tú tienes un amigo que atraviesa un mal bache, y además de decirle que sea tan feliz como si llevara unas bolas chinas metidas todo el día por ahí abajo, tienes que darle largas para que no te reste a ti nada. Estos sectarios son la mar de egoístas, oiga.
Somos muchos los que vemos siempre el vaso medio vacío, pero no por negatividad, sino por realismo, y está claro que siendo negativo todo te va a parecer mal, por eso a ninguno de nosotros nos gusta pensar así (yo el primero), y ahí es cuando me apoyo en la teoría del realismo, no sé si me explico. Cuando pasas 10 entrevistas y de ninguna te llaman, yo no sé vosotros, pero a mí no me sale estar súper feliz y contento, máxime cuando ahora tengo que pagar un alquiler de un piso con mi pareja. ¿Eso es ser negativo? Cuando una amiga termina una carrera hace 6 o 7 años y, tras intentarlo, no la llaman de ningún sitio para trabajar, tampoco creo que tenga las mismas ganas de sonreír y sentirse fabulosa. ¿Eso es porque es negativa? Y cuando alguien está súper ilusionado con conseguir algo y casi se ve ya teniéndolo y, al final, no lo logra, ¿no debería haberlo logrado tras haberse visualizado con ello y haber tenido una actitud positiva, tal y como dicen estos gilis? Pues parece que no funciona mucho, ¿no?
Yo, en esta ciudad en la que uno tarde o temprano acaba teniendo momentos de soledad, he visto con mis propios ojos como una supuesta amiga de toda la vida me ha dado largas a la hora de apoyarme en un pésimo momento en el que además, por motivos de trabajo, mi novio no se encontraba a mi lado. Y hablando con mi mejor amigo por teléfono hace unos instantes me ha contado una historia similar que le ocurrió a él mismo hace unos días con otro amigo suyo, que se desentendió totalmente de los problemas del otro.
Sin duda alguna, dos de los ejemplos (además, cercanos a mí) más demenciales que he escuchado han sido los que narro a continuación. La amiga de un amigo mío tiene en su casa enmarcada la foto de Míster Alicante. Al preguntarle el motivo, la chica contesta que lo tiene puesto allí para verlo todos los días y que la ayude a visualizarse a sí misma con un novio clavadito a él. Hace más de 1 año que sigue esperando… Otra me confesaba recientemente que el día que su novio (empresario) se levanta de bajón no consigue ningún contrato, pero que el día que él se levanta súper-o-sea-positivo, se toma un café, se ríe con un capítulo de “Friends” y se relaja en el sofá, automáticamente le caen 3 o 4 contratos. I CAN’T!!! Todos son lectores asiduos del libro, del que aseguran que no te lo pueden dejar, sino que te lo tienes que comprar tú y consultarlo cuando tengas un día de estar hasta el coño de todo. ¡Justo hasta donde yo estoy de ellos!
¿Qué está pasando? ¿Vamos a dejar que un triste libro gobierne nuestras vidas? ¿Vamos a tener tan poquita personalidad como para permitir que ese libro haga que las relaciones con las personas de nuestro entorno cambien bruscamente? Sinceramente, Aimee Mann siempre me recuerda por qué soy tan fan suyo desde que tituló su último disco con el nombre de “Fucking smilers” en dudoso honor de todas esas personas tan fantásticas y divinas que siempre te están jodiendo con comentarios tipo “¡¡¡Ay, venga, tienes que ser súper positivo, que no tienes tantos problemas, hombre!!!”. Por ser positivo, queridos míos, no es que las cosas te caigan del cielo, sino que las ves de distinto modo y todo te resbala más, pero ni tan feliz como una perdiz ni tan amargado como un limón. Realista y punto. Tan sencillo como eso, y no hace falta que te lo diga un libro.
Sabéis de sobra lo mucho que odio los fenómenos sociológicos a los que se apunta todo el mundo, como en su momento fue “El código Da Vinci” o como está siendo ahora la trilogía “Millennium” de Stieg Larsson (me supera). Pues bien, pulula por ahí uno de esos libros borreguiles que está leyendo media humanidad llamado “El secreto”. Sinceramente os digo que no sé ni por quién está escrito, pero es que no me interesa lo más mínimo. El libro, que no viene a ser otra cosa sino uno de autoayuda, habla más o menos de lo positivo que hay que ser en esta vida aunque te echen del trabajo y te encuentres en la calle por no poder pagar la casa, por decirlo de algún modo. Según el escrito, tienes que visualizarte a ti mismo haciendo o consiguiendo las cosas que quieres, y de ese modo el universo se pondrá en marcha para dártelo. Así de fácil. Como norma para todos los que lo leen (es decir, para los miembros de esta secta satánica) se especifica que no hay que aguantar a personas que te resten, a personas tristonas, a personas que tengan problemas o a personas que lo vean todo negro. En lugar de animarlas y apoyarlas en sus malos momentos lo que uno tiene que hacer es desprenderse de ellas. O sea, que tú tienes un amigo que atraviesa un mal bache, y además de decirle que sea tan feliz como si llevara unas bolas chinas metidas todo el día por ahí abajo, tienes que darle largas para que no te reste a ti nada. Estos sectarios son la mar de egoístas, oiga.
Somos muchos los que vemos siempre el vaso medio vacío, pero no por negatividad, sino por realismo, y está claro que siendo negativo todo te va a parecer mal, por eso a ninguno de nosotros nos gusta pensar así (yo el primero), y ahí es cuando me apoyo en la teoría del realismo, no sé si me explico. Cuando pasas 10 entrevistas y de ninguna te llaman, yo no sé vosotros, pero a mí no me sale estar súper feliz y contento, máxime cuando ahora tengo que pagar un alquiler de un piso con mi pareja. ¿Eso es ser negativo? Cuando una amiga termina una carrera hace 6 o 7 años y, tras intentarlo, no la llaman de ningún sitio para trabajar, tampoco creo que tenga las mismas ganas de sonreír y sentirse fabulosa. ¿Eso es porque es negativa? Y cuando alguien está súper ilusionado con conseguir algo y casi se ve ya teniéndolo y, al final, no lo logra, ¿no debería haberlo logrado tras haberse visualizado con ello y haber tenido una actitud positiva, tal y como dicen estos gilis? Pues parece que no funciona mucho, ¿no?
Yo, en esta ciudad en la que uno tarde o temprano acaba teniendo momentos de soledad, he visto con mis propios ojos como una supuesta amiga de toda la vida me ha dado largas a la hora de apoyarme en un pésimo momento en el que además, por motivos de trabajo, mi novio no se encontraba a mi lado. Y hablando con mi mejor amigo por teléfono hace unos instantes me ha contado una historia similar que le ocurrió a él mismo hace unos días con otro amigo suyo, que se desentendió totalmente de los problemas del otro.
Sin duda alguna, dos de los ejemplos (además, cercanos a mí) más demenciales que he escuchado han sido los que narro a continuación. La amiga de un amigo mío tiene en su casa enmarcada la foto de Míster Alicante. Al preguntarle el motivo, la chica contesta que lo tiene puesto allí para verlo todos los días y que la ayude a visualizarse a sí misma con un novio clavadito a él. Hace más de 1 año que sigue esperando… Otra me confesaba recientemente que el día que su novio (empresario) se levanta de bajón no consigue ningún contrato, pero que el día que él se levanta súper-o-sea-positivo, se toma un café, se ríe con un capítulo de “Friends” y se relaja en el sofá, automáticamente le caen 3 o 4 contratos. I CAN’T!!! Todos son lectores asiduos del libro, del que aseguran que no te lo pueden dejar, sino que te lo tienes que comprar tú y consultarlo cuando tengas un día de estar hasta el coño de todo. ¡Justo hasta donde yo estoy de ellos!
¿Qué está pasando? ¿Vamos a dejar que un triste libro gobierne nuestras vidas? ¿Vamos a tener tan poquita personalidad como para permitir que ese libro haga que las relaciones con las personas de nuestro entorno cambien bruscamente? Sinceramente, Aimee Mann siempre me recuerda por qué soy tan fan suyo desde que tituló su último disco con el nombre de “Fucking smilers” en dudoso honor de todas esas personas tan fantásticas y divinas que siempre te están jodiendo con comentarios tipo “¡¡¡Ay, venga, tienes que ser súper positivo, que no tienes tantos problemas, hombre!!!”. Por ser positivo, queridos míos, no es que las cosas te caigan del cielo, sino que las ves de distinto modo y todo te resbala más, pero ni tan feliz como una perdiz ni tan amargado como un limón. Realista y punto. Tan sencillo como eso, y no hace falta que te lo diga un libro.