Hace algunos años estaba esperando a mi amigo Julk en el centro de la ciudad y, con sus habituales demoras, no tuve más remedio que entretenerme ojeando libros en El Corte Inglés. Yo había prometido acompañarle a comprar el regalo para su novio de aquel entonces porque él siempre se ha fiado de mi criterio (interesante saber el concepto que tiene la gente sobre mí, porque yo soy el primero que nunca sabe qué regalar al resto). El caso es que, mientras no llegaba, ya he dicho que estuve mirando las obras expuestas, dando con una que acababa de desembarcar en las tiendas y que aún tenía la tinta caliente. La trama me llamó tanto la atención que no me lo pensé dos veces y se la recomendé a mi amigo, que ni corto ni perezoso decidió que, efectivamente, ese era el regalo perfecto para su pareja. "El código Da Vinci" se llamaba.
Lo que pasó después es harto conocido: superventas, el autor se hace multimillonario, se hace una película, escribe la precuela o la secuela (ni lo sé ni me importa), se hace otra película de esta precuela/secuela... En definitiva, un best seller, uno de esos libros que pierden todo su encanto en cuanto llegan a estos límites que tan frecuentemente llamo borreguiles y/o borregueros (ergo: todo Dios haciendo lo mismo). Lo más probable es que cuando algo que me parece atractivo empieza a ser un éxito de masas, automáticamente pierde para mí todo el interés. No conozco las causas, motivos u orígenes. Es así y ya está.
Hace un par de meses saqué prestado el dvd de la película en la biblioteca de mi pueblo una vez que el temporal de la promoción codigodavinchera había amainado. Debéis saber que a mí Audrey Tautou me pierde y embelesa y tenía que darle una oportunidad a la cinta. La presencia de Tom Hanks se me hace siempre pelín molesta, aunque no tanto como la de Jean Reno, que no debe haberse dado cuenta que siempre le dan papeles de policía y que tras haber participado en esos engendros de los ríos color púrpura debería haberse recluído en casa y no volver a salir a la calle (en el código sale, cómo no, de poli). Todo esto unido al patético doblaje castellano afrancesado que le ponen a la Tautou me hizo pronunciar un "¡¡¡basta!!!" cuando ni siquiera habían transcurrido 20 minutos de película. ¿Vosotros creéis que voy a repetir la experiencia con "Ángeles y demonios" por mucho que salga ese hombre llamado Ewan Mcgregor? ¡Pero usted por quién me ha tomado!
¿Y qué es lo peor que ocurre en estos casos en los que algo tiene un éxito repentino y fastuoso? Y sobre todo peor para todos aquellos que como yo estamos hasta las narices de tener que aguantar el original y ahora, para colmo, la copia: que salen imitaciones hasta de debajo de las piedras. ¿¿¿U os tengo que recordar esa otra novela titulada "La ecuación Dante"??? De las otras es que ni quiero acordarme, pero vamos, que deben ser todas un prodigio delirante de imaginación y originalidad. En este campo también entrarían a formar parte los clones que, por ejemplo, tuvieron grupos musicales formados sólo por chicos o por chicas (y que a día de hoy parece que AL FIN se han cansado de imitar), o cuando a finales de los 90 y principios de esta década al cine español le dio por plagiar cochambrosa y vergonzosamente (como es habitual) las pelis estadounidenses de terror para adolescentes tipo "Scream" o "Sé lo que hicísteis el último verano". Si no me creéis no tenéis más que ver "El arte de morir" o "Tuno Negro", a cada cual más sonrojante. De todas maneras conozco a alguien que devora este tipo de literatura y de cine, así que no tengo más que fijarme en lo que compra para saber lo que no debo leer/ver yo. Así de fácil.
Volviendo a la literatura borreguera, resulta que estaba yo hace algunos viernes en Madrid, esperando a que Gunillo llegara de uno de sus relevos por Sudamérica, cuando salí al salón bien entrada la noche y cogí un libro que había dejado allí olvidado un amigo del otro compañero de piso. "La historiadora", de Elizabeth Kostova, es otro de esos best sellers que surgieron tras "El código Da Vinci" y que, con una trama distinta, se convirtió en el fenómeno literario del momento. Como no tenía nada mejor que hacer empecé a leerlo porque la historia parece que prometía. ¡Ja! Es cierto que en las primeras páginas, cuando aún no dicen la frase mágica, uno llega a inquietarse e incluso teme apagar la luz de la habitación para irse a dormir. A mí me pasó, pero hijos, en cuanto aparece las dichosas palabras mágicas (un personaje le dice a otro algo así como "¿Qué me dirías si te dijera que Drácula sigue vivo?") es cuando uno ya debería cerrar el libro y devolverlo a su estante porque da la impresión de que lo que tienes ante ti no va a ser nada serio. Y así es. A medida que transcurre la historia todo se va desinflando, volviéndose planísimo, una redacción tediosa que hay que leer en diagonal, una historia súper predecible y ridícula, con muchas descripciones innecesarias y mucho caos histórico y de personajes variados. Ahora, que como leí en Internet, lo peor llega con el final del libro, que te hace pensar en el valioso tiempo que has perdido con semejante bazofia. Así que señora Kostova, no me extraña que tardase usted 10 años en escribir "La historiadora", lo que no sé es cómo narices se la dejaron publicar. Y por lo visto, según leí hace poco, ya se han vendido los derechos del libro para hacer la (im)pertinente película. Por favor, ¡no más fenómenos literarios!